viernes, 14 de octubre de 2016

Sanar

Me aburro.
Guitarra.
Ese tema.
Canto.
Enojo.
Pena.

Alegría.

Me masturbo.
Dormir.

domingo, 31 de julio de 2016

Desde la rabia:

Estoy escribiendo desde la rabia.
Ayer a esta hora empezó todo el webeo.

Habíamos acordado vernos porque teníamos que hablar sobre lo dramático que fue el viernes (lesbiandrama, le dice ella). Me pidió que por favor nos juntáramos. Me daba paja salir y en realidad, de caliente igual, le dije que viniera. Entré a la ducha a las 2. Cuando salí me llegó la regla. Bingo.

Durante la tarde, ordenando el depa pa' que no estuviera tan feo, me puse a escuchar cumbia. Santa Feria, Villa Cariño y ese tipo de cosas. En algún ratito y obviamente con toda la emocionalidad que provoca el período me dió algo de pena, pero pasó. "Porque realmente estoy solo, ridículo y solo. Hablándote como hablándole a nadie." Ahí estaba yo, en la mierda solitaria, pensando en las miles de cosas que necesito, que extraño; que me faltan. Como a las 7.15 llegó ella. Con un sixpack, una bebida blanca pa' tomarnos la mitad de pisco que quedaba en mi despensa y unos chocolates. Entre que hablábamos y me hacía cariño, terminamos tirando desenfrenadamente en mi cama. Antes de eso puse el disco Amiga de Alex Anwandter. La muy fome no creía que tirar escuchando música era bueno. Cuando terminamos de hacerlo no cabía duda de que yo tenía razón. Pero a mitad de camino, entre medio, quedó la cagá.

Besos en el cuello creo, en esa estábamos. De repente escucho "Que alguien me abrace, que me quiero despedir. Porque el mundo se acaba si no tengo un amor como el tuyo" con un ritmo tan dulcemente gay... A la mierda. Agradezco en ese punto ya haber tenido un par de orgasmos, porque de lo contrario toda la magia se habría ido a la mierda. En mi cabeza me acordé de quien no debería acordarme, y me imaginaba en una película; en esa típica escena donde estái tirando casi por inercia porque tu cabeza está a años luz de la cama. Escuché la frase y me descoloqué, pero no fue lo más terrible, porque mientras vivía mi escena ficticia de película empecé a analizar mejor la letra de la canción y ahí sí que me sentí una estúpida: en pelota, tirando con música, pasándola bacán, me vienen unas ganas terribles de llorar. Me contuve y quise pensar en otras cosas, intenté sacarme de la cabeza todas esas ideas sinsentido que en realidad servían únicamente para amargarse la vida. Lo logré en parte. La noche siguió normal y ahora ya estoy sola en mi depa. Pero lo logré "en parte" porque ahora que me quedé sola volví a escuchar todas las canciones que me hacen recordar a ese mismo sinsentido y aquí estoy, mocosa, con un tomate desarreglado en la cabeza y llorando. Quiero atribuírselo a la regla simplemente porque me da miedo pensar que en la normalidad y genialidad de mi vida estos últimos meses aún hay espacio pa' andar sufriendo por amores pasados.

Y en fin, si escribo desde la rabia es porque la siento. Si escribo desde la rabia es porque me enoja que cada vez que siento que el tema está cerrado algo pase que me haga recordar todo. Ahí estoy, como weona, viendo las fotos de nuevo, poniendo los temas que alguna vez nos unieron, pensando en el "qué pasaría si aún estuviéramos juntas?". Escribo desde la rabia sobretodo porque no he podido encontrar a alguien que me mueva el piso, no he podido encontrar tampoco a alguien con quien pueda hacer la comparación, por último alguien que cuando esté conmigo me haga pensar "puta, qué rico, este sí que es amor. No necesito nada del pasado." Y puta que estoy enojada por la chucha. Mi psicólogo alguna vez me dijo que quemara las fotos, que hiciera ritos de psicomagia en el mapocho y qué sé yo. Y me niego. Porque me gustan nuestras fotos, porque me gusta toda la tragedia griega que fue nuestra relación. Tengo rabia, porque sobretodo, soy yo la que no quiere olvidarse de todo. Soy yo la que cada cierto tiempo hace un ritual como el de ahora: con música emo, llanto, chocolate y tareas académicas postergadas. Todo porque cada cierto tiempo es rico vivir la nostalgia, acordarse de weás en verdad. Tengo rabia porque más encima los quiebres los he provocado yo. Puta que tengo rabia, por la chucha.

Hoy no quería preocuparme de que fuera algo tan bonito lo que subiera a mi blog, no estaba en mis planes escribir en realidad. Pero a ratos necesito sacarme tantas cosas del pecho y este es el medio perfecto. Creo que este blog tiene un par de escritos que han sido creados desde las lágrimas y la soledad santiaguina. Algún día supongo que los voy a leer y me va a dar algo en la guata, si me pillan volando bajo capaz que hasta una lágrima me caiga. Pero mientras tanto, tengo rabia. Si esa rabia esconde amor, pena, nostalgia, ni idea. En realidad no quiero saber. Estoy bien con mi rabia. Cada cierto tiempo me recuerda las duras pero bellas historias que cargo en mi historial amoroso.

"Y yo me pregunto, si acaso ordenando entre tus recuerdos, aún tú te acuerdas de mí".

sábado, 14 de mayo de 2016

Ni sexo, ni hacer el amor.

Los vasos estaban sucios, las botellas vacías. En el piso -sucio- huellas de zapatos, y el ambiente cada vez más frío.
Sonaba cumbia, de esa cebolla; ya habíamos terminado de bailar.
Eran las 5am y a ese jote estúpidochistoso con el que constantemente tenía que lidiar en eventos de ese tipo se le ocurría invitar a un amigo que recién salía del trabajo.
-"Que venga nomás"- con la esperanza de que trajera marihuana, cerveza o un cigarro; aunque fuese compartido.
La conversación estaba buena y ni me percaté cuando abrieron el ventanal. Lo vi cuando ya se estaba sacando el casco de la moto. Cayeron primero sus dreadlocks de pelo castaño muy claro, y acto seguido esbozó una sonrisa. No voy a mentir: No me movió el mundo, pero me causó mucha curiosidad.

Ya eran las 6 am y hasta los halagos del estúpidochistoso me estaban aburriendo. Escapaba de ellos un rato cada vez que, con el de la moto, nos pedíamos una u otra canción de Bloque Depresivo, Villa Cariño o Guachupé. Se las sabía todas. Cuando las cantaba con él me miraba con cara de niñito. Efectivamente llegó con cigarros y ni siquiera tenía que pedirle. Cada vez que sacaba uno me ofrecía que fumara con él. Si con eso ya era adorable, cuando me pasó su chaqueta para abrigarme ya me estaba chocando su poco usual pero exquisita ternura.

Cuando llegó la hora de dormir me fui inmediatamente a la pieza de mi primo chico. "Me van a hacer dormir con el estúpidochistoso", obvio que pensé. Ese era el plan desde el comienzo de la noche, supuestamente: darle un par de besos y a dormir. Ni siquiera lo esperé, ya me había acostado cuando entró el de los drealocks.
"Que tenís desordenada la cama, cómo vamos a dormir así?" Me reí nomás. Hizo la cama conmigo acostada y me sentí una niñita. Cuando se acostó ni siquiera se insinuó. Me abrazó y me dió la mano. Tenía su nariz en mi mejilla y por primera vez no sabía si podía o no darle un beso a alguien que estaba tan cerca. Su respeto, su cuidado, su sutileza me tenían asustada. Con esas personas es difícil arriesgarse tanto.
Conversamos harto; cuando supo que estaba viviendo y estudiando en Santiago me ofreció ir a verme. No sabía si me estaba molestando o si era en serio. Prefería lo primero; porque, de verdad existe gente tan dulce aún? Por qué me lo vengo a encontrar ahora? Por qué algo de una noche?

Si bien su forma me encantaba y asustaba a la vez, algo malo tendría que haber. Pensé que si era tan dulce y "romántico" para tratar, lo que venía no iba a tener mucha emoción. Poca pasión, poca fuerza; incluso poco tiempo. Pero él aún no terminaba de sorprenderme.
Fue dulce y bruto. Fue apasionado y romántico. Fue lindo y estúpido. Fue todo lo que me esperaba y lo que no, también. Fue de esas noches que una no espera, una de esas que una ni siquiera planea. Difíciles de conseguir y hasta de imaginar. Si con otros el momento de mayor era intimidad era el bajarse los pantalones, con él quedar completamente desnudos no fue ningún problema. Recorrer la pieza entera inventando nuevas formas de encontrarnos no fue para nada un problema. Los besos que me dió fueron incluso más agradables y ricos de los que algunas ex parejas me habían dado. Todo con él implicaba complicidad, erotismo y confianza.
Me quedé dormida con sus manos acariciando mi pelo y con sus besos. Esos besos que una no espera dar en una noche de supuesto "sexo desenfrenado" y de al otro día despedirse sin esperar volver a verse.

Me descolocó más de lo que había pensado. Cuando me ofreció llevarme a mi casa en su moto al otro día no quería nada con él. Insistió e incluso sentí que estaba siendo desagradable negándome tanto, pero lo único que quería era caminar sola y llegar a mi casa. No porque no me hubiese gustado o lo encontrara un idiota; todo lo contrario. Le habría dado mil de esos exquisitos besos de despedida pero sentí que tenía muchas cosas que pensar.
Lo que estaba pasando no tenía que ver con su actitud, sino con la mía. En qué momento me empezó a chocar que en esos encuentros esporádicos hubiese cariño? En qué momento me acostumbré tanto a no involucrar sentimientos? En qué momento limito y me limito tanto que no existe posibilidad de sentir algo más que atracción sexual por las personas con las que me involucro? No se si me preocupó, asustó o enojó. Pero fue extraño. Fue caer en la cuenta de algo que hace rato estaba pasando. Era malo? Era bueno? Por qué no me había dado cuenta?

Del de los dreadlocks no supe más. Le conté a mi primo que había estado con su amigo y me dijo que era muy bajo perfil. Buena onda, simpático, relajado y piola. Que cuando fuera de nuevo lo iba a volver a invitar. No le conté lo que me había pasado en lo personal, ni siquiera lo había pensado bien. Con suerte sé su apodo, no le pregunté el nombre. Supongo que si vuelvo a salir con mi primo me lo voy a encontrar.
Fue una buena noche para ambos, pero para él debe haber quedado ahí. No debe tener ni una mínima idea de todo lo que he pensado en torno a esa noche y, en específico, de todo lo que su ternura fue capaz de hacerme replantear.

sábado, 30 de enero de 2016

¿De quién es la culpa?

Intenté redactar esto de una manera poética agradable a la lectura, pero me resultó imposible. A cada frase escrita se le agregaba un tono serio, un tono de esos que asustan un poco. Quizás es porque encuentro realmente serio el motivo de este escrito, quizás tan así porque también me siento tocada con lo que quiero explicar.
Me gustaría dejar en claro que al escribir esto no tengo ningún ánimo de justificar actitudes tóxicas, violentas (y ojo, que con violencia me refiero a mucho más que la agresión física) y crudas que actualmente son tan naturalizadas en las relaciones sobretodo jóvenes como las que se dan entre nuestros pares. También me gustaría aclarar que lo que aquí escribo sonará principalmente tomando en consideración la situación actualmente conocida de las mujeres hacia sus parejas hombres, pero claro está que existen casos en que el relato será perfectamente aplicable a la realidad masculina, y así a muchas otras realidades relativas en las que existen los mismos conflictos. Pero en fin, es momento de buscar el origen de las mismas prácticas que mencioné anteriormente, el por qué antes no -o no tanto- y ahora sí. ¿Quién tiene la culpa, realmente, de que nuestras relaciones sean cada vez menos saludables?

En el inconsciente colectivo los roles están claros: una mujer histérica, hipersensible, manipuladora y por sobretodo celosa; emparejada con un hombre irracional, que constantemente está conquistando, al que la mujer con sus actitudes debe ponerle los límites pues no existe el control de su fuerza libidinosa. La mujer es la que espera con el uslero en la casa al marido que fue a ver el partido con los compañeros después de la pega. Y si es que, porque capaz que anduviera con alguna mujer. Capaz que se metió con la secretaria. Capaz que la ex ya lo está molestando.  Ojo aquí, que la dicotomía que acabo de mencionar también se presenta en parejas homosexuales. Siempre buscando el rol con preguntas como "quién hace de mujer?" y, aunque no nos guste, muchas veces sí se encuentran. Notorios o no como en relaciones hetero, al menos en mi experiencia, existen igual.

La mujer -o quien cumpla con ese rol- es, entonces, un remolino hormonal que está siempre en busca de un conflicto o una discusión. Pero, ¿es este ocasionado por las actitudes de su contraparte?, ¿es algo intrínseco a la feminidad eso de estar constantemente temiendo por la continuidad de la relación?, ¿qué ocurre con el amor propio, que nos sentimos tan reemplazables al punto de querer alejar a nuestras parejas de toda tentación?.
Las mujeres no vienen con un código que implique necesariamente celos extremos. Los hombres tampoco vienen siendo unos infieles poco humanos. El problema son las imágenes a seguir. El problema es la publicidad, el patriarcado, la educación y los estereotipos. El problema sigue siendo el no comprender que hombres y mujeres somos personas con necesidades, deberes, responsabilidades y sentimientos similares. Y está en nuestras manos hacer el cambio.
Reitero, no busco justificar de ninguna forma algún actuar. Pero el hombre actúa de determinada forma porque, por lo general, su círculo se lo exige. Tener muchas minas, no sentir cosas muy profundas, no llorar porque perdiste a una mujer, sino ir a tomarte una chela y empezar a conquistar nuevamente. Por otro lado la mujer actúa como actúa porque está todo el día viendo avisos, escuchando comentarios, recibiendo críticas que le recalcan lo lejos que está de la mujer perfecta y lo fácil que sería que su pareja encontrase a una mejor que ella y se largara. Teniendo ambas imágenes tan cercanas y tan arraigadas en nuestra cultura, es lógico que las relaciones se llenen de inseguridades y celos que lo único que hacen es aburrir por un lado a los hombres y hacer sentir pésimo a las mujer. Así que no, las mujeres no somos locas ni histéricas, las mujeres nos criamos pensando que necesitamos vivir con una seguridad otorgada por un hombre que, por si fuese poco, puede irse en cualquier momento que así lo desee.

Lo ideal sería eliminar todas esas pre-concepciones de las relaciones y de las personas de nuestras vidas, pero teniendo en cuenta que tan fácil no es, el principal trabajo a realizar es el entendimiento del otro como una persona que merece lo mejor, tal y como a mí me gustaría que me lo entregaran. Desarrollar la confianza, lo que implica a su vez tener claro que al momento de comprometerse lo estamos haciendo por gusto, y no por obligación, por lo que no debiesen existir inseguridades que involucren a terceras personas. ¿No es, acaso, que la persona que tengo en frente es quien cumple a cabalidad con mis expectativas amorosas? ¿Por qué necesitaría a otra persona? De existir dudas en ese sentido, es tan sencillo con terminar la relación. Pero si no, entonces no hay necesidad de nada más que de amar. Y volvemos a la base: el amar. El amar sin letras chicas, condiciones ni temores. Recordar a diario esa sensación de que no existe nada más que tú y esa persona, sin rollos de la imaginación que lo único que hacen es herirnos. Y ambos contribuir a que la imaginación no juegue un rol fundamental, haciendo que la realidad sea tan exquisita y verídica que el amor que siento sea más grande que las inseguridades que me provocan. Porque esas inseguridades, cuando hay amor real de por medio, siempre son ajenas. Y no tiene sentido que haya influencia ajena si el amor se da entre dos.

Volvamos a lo esencial. Que la burocracia, los fraudes y demases actitudes que a diario vemos en la tele no sean llevados a las relaciones humanas que tan puras debiesen ser. Que son lo único que aún podemos salvar de caer profundamente -pues ya cayeron un poco- en esa nueva cultura del desechar lo que ya no me sirve. Darle en el gusto al sistema patriarcal es darle en el gusto, consciente o inconscientemente, a un sistema económico capitalista que funciona en base a la misma lógica del no-me-sirves/te-boto. Y algo que ha sido movido por el amor no puede de ninguna forma funcionar de igual manera que un producto y un consumidor.
La culpa no es tuya, tú y tu pareja son víctimas. La culpa es de todos esos que aún no logran sentir la pureza del amor, no es de tu mina celosa ni de tu mino mujeriego. Y la única solución a eso es entregarse al otro de manera tal que en el mundo que juntos forman no haya espacio para temores!

lunes, 23 de noviembre de 2015

Adict@

Estuve pensando, en vista y considerando bastantes sucesos que han acontecido últimamente, en eso de que el amor o de que las personas son como las drogas.
“Soy adicto a ti” dice el enamorado de redes sociales. “Tu amor es mi droga y necesito más” dice por otro lado la tarjetita que venden el 14 de febrero. Déjeme decirle, lector/a de por ahí, que por muy cliché que suene, no está tan lejos de la realidad.
“Sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno” dice la RAE que es una droga. Y,  ¿No son acaso todas esas las etapas por las que pasamos con una persona? De que estimula, estamos claros. Deprimente… no es necesario ni siquiera mencionarlo. Sobre los narcóticos y alucinógenos no queda más que afirmar que todos hemos andado más despistad@s y viendo corazones hasta en las nubes.
Y eso es lo que le pasa a un/a drogadict@ y a un/a enamorad@: luego de una serie de encuentros satisfactorios con la droga, se acostumbra. A las sensaciones, a los momentos. Llega un punto en que ya no hay un análisis racional de lo que se está haciendo. Lo hago porque llevo tiempo haciéndolo. Lo hago porque se siente rico. ¿Si me suma? ¿Si me resta? No hay mayor importancia en eso. En mayor o menor medida el tema es el mismo. Y lo preocupante es que, más allá de la discusión que podría generarse en torno a la existencia de drogas naturales que favorecerían al cuerpo en distintos ámbitos, la droga es un elemento externo al cuerpo que provoca un cambio en el estado. ELEMENTO y EXTERNO: ¿Pueden esas dos palabras usarse para hacer referencia a una persona que se supone que amamos? Nuestro complemento, nuestr@ compañer@. Yo creo que no. Porque si bien yo consumo drogas blandas como el alcohol, el cigarro y la marihuana, mal podría negar que una sustancia externa, no generada por nosotros y por ende no indispensable para vivir, y que además cambie mi estado natural, sea totalmente beneficiosa para algo tan natural como nuestra forma de ser, nuestra vida, en el caso de las drogas; o para algo tan natural y saludable, también, como el amor, en el caso de las relaciones de “adicción” a las que he hecho alusión a lo largo de este escrito.
El egoísmo forma parte esencial de este ciclo de consumo-adicción. No hay amor sincero ni por uno mismo ni por la otra persona. Al consumir a la otra persona no dejamos espacio para su propio bienestar y, a su vez, nosotros llenamos espacios momentáneamente con el hábito de pertenencia que generamos con la otra persona. ¿Cuánta normalidad puede haber en el no poder vivir sin otra persona? ¿Cuánta normalidad hay en la dependencia que se genera entre y una persona? ¿Dónde queda el volar junt@s, sin cortar las alas de ninguno de l@s dos?

Qué cómoda la eterna energía de la cocaína, qué llamativo el recorrido de un trip, qué amable el relajo de la marihuana. Pero el cigarro, el alcohol también son drogas, y qué molesta la sensación de una garganta sensible con el humo del cigarro o de un cuerpo que quiere eliminar en cualquier momento todo el alcohol consumido. Llegar a ese punto de agobio luego de una sobredosis a veces es útil. Yo lo tuve, no terminé el cigarro y ya quería apagarlo. No terminaba el vaso y ya quería vomitar. Desintoxicarse parece tortuoso al comienzo, la adicción a veces parece que te va a ganar. Pero cuando se logra se arregla el cuerpo, la vida, la mente. Ahora no espero ser ni la persona adicta ni la persona droga. Mantengo mi afición a nada más que el amor. Parece que, para eso, no existe rehabilitación. 

martes, 25 de agosto de 2015

27. Y mi primer día sin ti.

Camino 1 paso y ahí estás. Vistiéndote después de la ducha, entrando al closet, yendo al baño. Dándome un beso de buenos días o corriendo a clases porque te quedaste dormida.
Camino 2 pasos y ahí estoy. Mirando el baño, recordando nuestras duchas, recordando nuestras risas. Cuando nos lavábamos los dientes y cuando me enojé por la estupidez de la tintura.
Camino 3 pasos y ahí estás. Cocinando como solo tú sabes hacerlo, mezclando lo que se te ocurra. Inventando con lo que haya, haciendo maravillas que nos alegraban las tardes de fines de semana.
Camino 4 pasos y ahí estoy. Yendo a abrirte la puerta cuando me venías a ver, o rogándote que por favor no te fueras cuando peleábamos. Yéndome a clases y gritándote que te amaba. Molestándote incluso.
Camino 5 pasos y ahí estás. En el ascensor; cuántas compras, cuántos silencios, cuántos pisos juntas. Cuánto sushi recién comprado y cuántas noches en que te convencí de que por favor fueras a dormir conmigo.
Camino 6 pasos y ahí estoy. En conserjería; tú saludando, conversando con la señora que tanto te quiere. Bajando para irnos a la otra torre.
Camino 7 pasos y ahí estás. En la calle, caminando conmigo, yendo al supermercado o a tomar micro. Recordando que si algún imbécil me quiere hacer algo tú me habrías defendido, tú le habrías gritado y tú me habrías recordado que era preciosa y que por eso me molestaban.
Camino 8 pasos y ahí estoy. Cruzando Grecia. Esperando un encuentro fortuito como el de aquella vez.. encontrarnos una mañana como si el destino nos hubiese querido juntar. Esa vez en que se suponía que no íbamos a ser nada más que amigas, y finalmente no nos resultó.
Camino 9 pasos y ahí estás. En cada pareja, en cada persona. En cada beso que veo y cada vez que pienso que yo jamás lograré eso. Pienso en ti. Porque en secreto es mi sueño poder hacerlo nuevamente. Veo mujeres y pienso que son todas mejores, que ellas no han sido malas, que ellas pueden volver a empezar contigo a su lado. Pienso eso y se me quiebra el corazón.
Camino 10 pasos y ahí estoy. Entrando al lugar que inevitablemente nos une. En la universidad. Viendo gente pasar en cantidades y enorme y jamás encontrándome contigo. Viendo a tus amigos, y jamás encontrándome contigo. Rogando que cuando voy al baño de tu facultad aparezcas y no puedas negarme el saludo. Rogando que estés sentada en el bunker, esperando tu ayuda para imprimir ahí.
Camino 11 pasos y ahí estás. En cada supuesto, en cada pregunta. Dónde estará, qué estará haciendo, con quién estará, por qué no la veo. Tendrá o no clases. Habrá o no venido. Habrá almorzado y con quién. Me extraña o no.
Camino 12 pasos y ahí estoy. En clases. Pensando en ti cada vez que el profe toma café y me desconcentro. Revisando histéricamente mi celular cada cinco minutos. Saliendo a fumar en recreos con la inocente esperanza de que ahí estés.
Camino 13 pasos y ahí estás. En el almuerzo, en esos almuerzos en tu departamento o en el mío. En esos inventos donde discutíamos por estupideces y terminábamos comiendo exquisito y felices. Donde siempre llegabas diez minutos tarde a clases. Donde a veces ibas a clases y yo te esperaba en tu departamento, con tu gato, esperando cual esposa espera a su marido. Porque vivíamos una vida así, completa, tan entregada. Tan bonita a pesar de todo.
Camino 14 pasos y ahí estoy. Saliendo de clases, sin ningún plan. Sin nadie a quien ir a visitar. Sin ningún cine al que ir y ningún trámite que hacer.
Camino 15 pasos y ahí estás. Porque te pienso y si me ofrecen salir lo hago para no pensarte. Pero lo hago igual, caminando, en el paradero, comprando cerveza, fumándome un cigarro.
Camino 16 pasos y ahí estoy. Drogada y tomada. Mirando Santiago desde el piso quince y esperando a ver si me llega un llamado. Ahí estoy contando mis penas a quien compartía un cigarro conmigo. Ahí estoy, esperándote.
Camino 17 pasos y ahí estás. En el paradero. Porque tomamos un taxi abrazadas. Porque llovía y había sido una linda noche.
Camino 18 pasos y ahí estoy. Hablando aún de ti. Reconociendo el recorrido por las muchas veces en que lo hice contigo. Recordando las risas, las tallas en la micro, la gente que nos miró raro cuando me diste un beso. Cuando te dije que no me hicieras falsas ilusiones y me dijiste que no eran falsas.
Camino 19 pasos y ahí estás. Cuando me bajo de la micro y espero encontrarte. Ingenuamente espero que alguna vez aparezcas a mi espalda diciéndome que estás arrepentida, que me amas, que quieres estar conmigo. Que vayamos al supermercado a comprar como antes lo hacíamos, que robemos chocolate y salame para después quedarnos dormida en tu cama o en la mía.
Camino 20 pasos y ahí estoy. Entrando a mi edificio. Con olor a cerveza y los ojos aún achinados. Ninguna disposición de ir a encerrarme a mi departamento.
Camino 21 pasos y ahí estás. En tu living. Sentada quién sabe con quién en una hora, en una día, donde de no haber pasado nada malo entre nosotras, estaríamos compartiendo un chocolate, un pan y un café.
Camino 22 pasos y ahí estoy. Quiero saber quién es. Quiero saber cómo ocupas tu tiempo sin mí. Si haces lo mismo, si te acuerdas, si piensas en mí. Quiero ver la luz azul de tu pieza aunque me cargue; quiero mirarte para siempre y estar contigo.
Camino 23 pasos y ahí estás. En cada lágrima en el ascensor. En cada cosa que veo a mi alrededor. En la impotencia que me destruye la ilusión de la "felicidad" cada vez que estoy rodeada de gente.
Camino 24 pasos y ahí estoy. Pensando en quién era. Pensando en que yo debería estar ahí. Pensando que quiero hablarte y obligando a mis manos a no llamarte.
Camino 25 pasos y ahí estás. En tus zapatos, en mi vestido a rayas, en tu polerón gris. Me saco la ropa y estás de nuevo en el pijama. Estás en mis textos desordenados, estás en mi ropa, en mis olores y mis recuerdos.
Camino 26 pasos y ahí estoy. Queriendo dormir, queriendo olvidarme de todo. Pensando en qué haré el resto de los días: mañana ir a la u, el jueves ir a marchar. Marchar el jueves, encontrarte con ella, la persona que me robó toda tu atención. Encontrarnos el jueves, el jueves 27.
Camino 27 pasos y ahí estás. Tus comentarios cada vez que se acercaba un día 27 y me decías que me ibas a hacer una sorpresa. Que ibas a llegar con una flor, que íbamos a hacer algo lindo. Y yo riéndome de ti, yo sin tomarte en cuenta. A mis 27 pasos estoy destruida. Y te extraño, y me odio. Y pienso en lo tranquila que estabas en tu departamento, sin preocupaciones, sin malos ratos. Y pienso en lo distinto que podría haber sido todo. Pienso en la fecha que tendrás con ella. Pienso que no quiero ser un 27.
Porque camino 27 pasos y ahí estoy, y ahí estás. Con tus defectos y virtudes, con peleas y momentos hermosos. Porque estás en todo, en cada una de las cosas que veo desde que me despierto hasta que duermo. Porque me obligo a olvidarte y algo me gana. Porque te extraño. Porque te amo. Porque el 27 es nuestro.

sábado, 22 de agosto de 2015

A mi mamá.

{Escribí una carta que definitivamente marca una etapa en mi vida. No sé si seguirá existiendo materialmente después de mañana, así que la dejo acá. Una red social que se ha convertido en mi mayor confidente.)

Mamá:                                                                                                                          

Te escribo esto en uno de los períodos más difíciles que he vivido desde que tengo memoria. Tengo pena, dolor, rabia. Muchos sentimientos mezclados, muchas ganas de tener más vacaciones para ponerme mejor pero definitivamente si no es ahora, no es nunca.
Te amo. Estoy orgullosa de todo lo que hemos logrado separadas y juntas. Admiro lo jugada que eres y fuiste, entiendo tus penas y preocupaciones, pero llega un momento en la vida en que nos “ponemos los pantalones”, nos adueñamos de nuestro destino y tomamos decisiones antes de que sea demasiado tarde. Eso me está pasando a mí, específicamente desde que llegué el sábado pasado. Me di cuenta de que podía decidir muchos aspectos en mi vida, y no sólo porque cumplí 18, sino porque ahora estoy segura de muchas cosas.
Ya te lo dije, te amo, pero descubrí que el día de mañana, cuando tú ya no seas de quien dependo, o cuando ya no estés, voy a ser una mujer frustrada e infeliz, y va a ser demasiado tarde para buscar a personas que tanto me amaban, que tan feliz me hacían, y a quienes tuve que dejar por complacer a otras personas. Esta semana me dejó una persona que amo, una mujer, y todo porque le hice daño; porque la pasamos mal cuando yo proyectaba todas las inseguridades que me quedaron de nuestros peores años en ella. Y aunque pensé que podía olvidarla, he llorado todas las noches. Salgo intentando distraerme y ni ganas de comer tengo. Según lo que sé, eso es estar enamorada. Y según lo que sé, cuando se ama no se puede ir contra eso. Yo a ti te amo, pero tengo que ser capaz de amarme a mí misma, de perseguir mis sueños, de ser honesta.
No, no soy lesbiana. Tampoco me gustan sólo los hombres. Sólo me enamoro de las personas. Independiente de qué haya por fuera, amo lo que está por dentro. El alma de una persona y su manera de pensar. Eso no hace distinción entre hombres y mujeres. Y no, no es una etapa. Tampoco es confusión. Es simplemente una manera de sentir. Y es tan difícil vivir con eso en el mundo, como para que más encima tu familia se vuelva en tu contra.
Yo sigo siendo mujer. Me gustan los vestidos, quiero tener hijos. Me gusta arreglarme y soy señorita. Nada cambia, sólo la gente a la que amo.
No te pido que sepas todo y te vuelvas  mi confidente, sólo te pido respeto, aceptación. Porque tengo 18, esto ya no va a cambiar. Porque es decisión mía, aunque te duela. Y porque, aunque tú me diste la vida, yo soy la que la vive, y por ende yo decido cómo.
Te amo mamá; siempre serás mi mamá y yo tu hija. Pero me diste alas y ahora yo vuelo a los horizontes que yo quiera. Porque si no lo hago, a los 40, 50, seré una mujer infeliz, y qué clase de madre quiere a un hijo infeliz?
Por esto andaba tan fría y distante, porque siento que hay una pared entre las dos. Y aunque sé que es muy difícil el derribarla, podemos hacerlo juntas. Sólo necesito que logres entenderme, amarme, y por primera vez pienses en lo que yo quiero y no en lo que tú quieres.
¡Te amo! Y entenderé tu proceso… sólo quiero que te pongas en mi lugar. Siempre juntas, ¿te acuerdas?


Cinthya.
Agosto, 28, 2015.