sábado, 30 de enero de 2016

¿De quién es la culpa?

Intenté redactar esto de una manera poética agradable a la lectura, pero me resultó imposible. A cada frase escrita se le agregaba un tono serio, un tono de esos que asustan un poco. Quizás es porque encuentro realmente serio el motivo de este escrito, quizás tan así porque también me siento tocada con lo que quiero explicar.
Me gustaría dejar en claro que al escribir esto no tengo ningún ánimo de justificar actitudes tóxicas, violentas (y ojo, que con violencia me refiero a mucho más que la agresión física) y crudas que actualmente son tan naturalizadas en las relaciones sobretodo jóvenes como las que se dan entre nuestros pares. También me gustaría aclarar que lo que aquí escribo sonará principalmente tomando en consideración la situación actualmente conocida de las mujeres hacia sus parejas hombres, pero claro está que existen casos en que el relato será perfectamente aplicable a la realidad masculina, y así a muchas otras realidades relativas en las que existen los mismos conflictos. Pero en fin, es momento de buscar el origen de las mismas prácticas que mencioné anteriormente, el por qué antes no -o no tanto- y ahora sí. ¿Quién tiene la culpa, realmente, de que nuestras relaciones sean cada vez menos saludables?

En el inconsciente colectivo los roles están claros: una mujer histérica, hipersensible, manipuladora y por sobretodo celosa; emparejada con un hombre irracional, que constantemente está conquistando, al que la mujer con sus actitudes debe ponerle los límites pues no existe el control de su fuerza libidinosa. La mujer es la que espera con el uslero en la casa al marido que fue a ver el partido con los compañeros después de la pega. Y si es que, porque capaz que anduviera con alguna mujer. Capaz que se metió con la secretaria. Capaz que la ex ya lo está molestando.  Ojo aquí, que la dicotomía que acabo de mencionar también se presenta en parejas homosexuales. Siempre buscando el rol con preguntas como "quién hace de mujer?" y, aunque no nos guste, muchas veces sí se encuentran. Notorios o no como en relaciones hetero, al menos en mi experiencia, existen igual.

La mujer -o quien cumpla con ese rol- es, entonces, un remolino hormonal que está siempre en busca de un conflicto o una discusión. Pero, ¿es este ocasionado por las actitudes de su contraparte?, ¿es algo intrínseco a la feminidad eso de estar constantemente temiendo por la continuidad de la relación?, ¿qué ocurre con el amor propio, que nos sentimos tan reemplazables al punto de querer alejar a nuestras parejas de toda tentación?.
Las mujeres no vienen con un código que implique necesariamente celos extremos. Los hombres tampoco vienen siendo unos infieles poco humanos. El problema son las imágenes a seguir. El problema es la publicidad, el patriarcado, la educación y los estereotipos. El problema sigue siendo el no comprender que hombres y mujeres somos personas con necesidades, deberes, responsabilidades y sentimientos similares. Y está en nuestras manos hacer el cambio.
Reitero, no busco justificar de ninguna forma algún actuar. Pero el hombre actúa de determinada forma porque, por lo general, su círculo se lo exige. Tener muchas minas, no sentir cosas muy profundas, no llorar porque perdiste a una mujer, sino ir a tomarte una chela y empezar a conquistar nuevamente. Por otro lado la mujer actúa como actúa porque está todo el día viendo avisos, escuchando comentarios, recibiendo críticas que le recalcan lo lejos que está de la mujer perfecta y lo fácil que sería que su pareja encontrase a una mejor que ella y se largara. Teniendo ambas imágenes tan cercanas y tan arraigadas en nuestra cultura, es lógico que las relaciones se llenen de inseguridades y celos que lo único que hacen es aburrir por un lado a los hombres y hacer sentir pésimo a las mujer. Así que no, las mujeres no somos locas ni histéricas, las mujeres nos criamos pensando que necesitamos vivir con una seguridad otorgada por un hombre que, por si fuese poco, puede irse en cualquier momento que así lo desee.

Lo ideal sería eliminar todas esas pre-concepciones de las relaciones y de las personas de nuestras vidas, pero teniendo en cuenta que tan fácil no es, el principal trabajo a realizar es el entendimiento del otro como una persona que merece lo mejor, tal y como a mí me gustaría que me lo entregaran. Desarrollar la confianza, lo que implica a su vez tener claro que al momento de comprometerse lo estamos haciendo por gusto, y no por obligación, por lo que no debiesen existir inseguridades que involucren a terceras personas. ¿No es, acaso, que la persona que tengo en frente es quien cumple a cabalidad con mis expectativas amorosas? ¿Por qué necesitaría a otra persona? De existir dudas en ese sentido, es tan sencillo con terminar la relación. Pero si no, entonces no hay necesidad de nada más que de amar. Y volvemos a la base: el amar. El amar sin letras chicas, condiciones ni temores. Recordar a diario esa sensación de que no existe nada más que tú y esa persona, sin rollos de la imaginación que lo único que hacen es herirnos. Y ambos contribuir a que la imaginación no juegue un rol fundamental, haciendo que la realidad sea tan exquisita y verídica que el amor que siento sea más grande que las inseguridades que me provocan. Porque esas inseguridades, cuando hay amor real de por medio, siempre son ajenas. Y no tiene sentido que haya influencia ajena si el amor se da entre dos.

Volvamos a lo esencial. Que la burocracia, los fraudes y demases actitudes que a diario vemos en la tele no sean llevados a las relaciones humanas que tan puras debiesen ser. Que son lo único que aún podemos salvar de caer profundamente -pues ya cayeron un poco- en esa nueva cultura del desechar lo que ya no me sirve. Darle en el gusto al sistema patriarcal es darle en el gusto, consciente o inconscientemente, a un sistema económico capitalista que funciona en base a la misma lógica del no-me-sirves/te-boto. Y algo que ha sido movido por el amor no puede de ninguna forma funcionar de igual manera que un producto y un consumidor.
La culpa no es tuya, tú y tu pareja son víctimas. La culpa es de todos esos que aún no logran sentir la pureza del amor, no es de tu mina celosa ni de tu mino mujeriego. Y la única solución a eso es entregarse al otro de manera tal que en el mundo que juntos forman no haya espacio para temores!

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